En el acto por el 17 de octubre, Alberto Fernández le imprimió a su discurso un fuerte contenido histórico. Se trató, sin embargo, de una historia “a la carta”.

Ya mucho se ha analizado lo que el presidente dijo, pero igual de importante es lo que prefirió no decir. Durante su exposición, presentó a un peronismo impoluto, repleto de éxitos y orgullos. A su vez, el mandatario barrió debajo de la alfombra todo aquello que al actual peronismo (y en particular al kirchnerismo) le resulta polémico o al menos cuestionable sobre su propia historia.

Faltó reconocimiento y autocritica acerca de los errores cometidos en el pasado y sin ella difícilmente estos puedan superarse en el futuro. También, fue sesgada la presentación de quienes han sido los líderes. Parece que para el presidente Fernández a lo largo de estos 75 años el peronismo ha tenido únicamente cuatro líderes: el primer Perón, Evita, Néstor y Cristina. ¿El segundo Perón, Isabel, Ítalo Lúder, Herminio Iglesias o Eduardo Duhalde simplemente no existieron? Ni siquiera recuerda a Carlos Menem, algo que es extraño, dado que él mismo fue funcionario durante su gobierno en la década del 90. Tampoco a Antonio Cafiero, uno de los grandes responsables de la democratización del peronismo y, a la sazón, abuelo de su jefe de gabinete de ministros.

Desde la misma casa de la CGT, Fernández sostuvo que los sindicatos surgieron durante el gobierno de Perón, desconociendo la historia del movimiento obrero que data de mucho antes, de fines del siglo XIX, con las luchas llevadas adelante por dirigentes gremiales de extracción socialista, anarquista, comunista, independientes (sin partido, con influencias del ideólogo francés Georges Sorel) e inclusive de extracción católica. De hecho, el 17 de octubre lo organizaron dos sindicatos: el gremio de la carne, conducido por Cipriano Reyes, y los telefónicos, liderados por Luis Gay, quienes rápidamente crearon el Partido Laborista, con el cual Perón compitió en las elecciones de 1946.

Sin el sindicalismo, no hubiese existido el peronismo, y no al revés. Si bien la irrupción de Perón como líder dotó al movimiento obrero de mayor peso político, existió una trayectoria previa innegable de la cual el peronismo se valió. En este proceso, el sindicalismo fue transformado por Perón y no siempre para bien. En algunos casos, se trató de una incorporación forzada, desplazando a viejos líderes que no respondían al peronismo. El propio Cipriano Reyes terminó detenido luego de negarse a disolver el Partido Laborista, tal como lo había ordenado Perón en 1948. El poder autónomo del movimiento sindical significaba una amenaza para el peronismo.

En otro tramo de su discurso, Alberto Fernández sostuvo que “Perón hizo gratuita la educación universitaria”, una afirmación falaz, dado que la mayoría de las universidades para 1946 ya eran gratuitas, incluyendo a la Universidad de Buenos Aires. Al margen del engaño acerca de la gratuidad de la educación, la persecución perpetrada por el peronismo hacia profesores universitarios, intelectuales y periodistas también fue pasada por alto. Alberto Fernández criticó a los medios (es cierto, en su mayoría férreos opositores a Perón) pero no recordó que el gobierno respondió con censura y cercenando la libertad de prensa. El principal diario de oposición por aquellos años, La Prensa, fue cerrado por orden del gobierno. Las libertades políticas e institucionales quedaron postergadas y esto también debe ser considerado como parte de la herencia peronista.

No solo con la actitud de los medios el presidente buscó establecer un paralelismo entre la situación de octubre de 1945 y el presente. Forzó esta comparación cuando mencionó el terremoto en la provincia de San Juan y lo asemejo a la pandemia, lo cual a simple vista resulta diametralmente distinto. Lo que vivió el pueblo sanjuanino hace 76 años sin duda fue una tragedia, como la que tantos otros pueblos del mundo viven tras una catástrofe natural de estas magnitudes. Sin embargo, la pandemia por Covid-19 se trata de un fenómeno global y un hecho único en la historia de la humanidad que debe ser abordado muy eficientemente desde múltiples dimensiones. Hasta ahora, ni desde el punto de vista sanitario, ni tampoco desde el punto de vista económico, el gobierno del presidente Fernández logra una respuesta satisfactoria.

Por el contrario, con una economía que se desploma y más de 26 mil muertos por el virus, solo acumula fracasos. Si hubiese querido avanzar en dicho paralelismo, un elemento que sí podría resultar similar pero que el presidente prefirió obviar es que la Argentina conducida por Perón también se quedó sin reservas internacionales. A comienzos de la década del 50, el país experimentó una profunda crisis de balanza de pagos, y la administración peronista se vio obligada a recurrir a un fuerte ajuste fiscal. En este sentido, el contexto económico sí podría asemejarse a la situación actual, mucho más que el terremoto de San Juan.

La Argentina se destruyó en estos 75 años, y esa realidad también estuvo ausente durante el discurso del mandatario. El país retrocedió y experimentó una notable decadencia. No es culpa solamente del peronismo, involucra a toda la clase política y a los gobiernos militares que sistemáticamente impidieron el funcionamiento de las instituciones democráticas. Pero el peronismo debe hacerse responsable de la cuota que le cabe por los errores cometidos que hicieron a la Argentina de hoy, sobre todo desde el retorno de la democracia en adelante. Hasta ahora, el peronismo ha sido parte del problema y no de la solución.

El presidente seguramente conoce esta otra cara del peronismo, y no solamente los logros y conquistas de las cuales se vanagloria. Debe advertir cuales han sido los errores y los fracasos de su partido en estos 75 octubres. Sin reconocerlos ni asumirlos, difícilmente hayan vuelto para ser mejores y el peronismo continuará reproduciendo los problemas que supuestamente viene a solucionar y que justifican su existencia. Fuente: https://tn.com.ar/opinion/2020/10/19/el-sesgo-historico-del-presidente/