El Frente de Todos como síntesis del régimen híbrido argentino: ni democracia, ni autoritarismo

OPINIÓN | En todo el mundo hubo una fuerte pulsión estatista e intervencionista, que el espacio oficialista transformó en fuerte dirigismo, reglamentarismo obsesivo y un aumento de la discrecionalidad.


El componente híbrido del Frente de Todos es doble, no solo da cuenta de su funcionamiento político, sino también de su composición. (Foto: Maxi Luna/NA)

En la ciencia política el concepto de “régimen híbrido” se utiliza para referirse a aquellos sistemas que combinan rasgos democráticos (por ejemplo, elecciones periódicas y transparentes) con otros autoritarios (por ejemplo, hostigamiento a las voces disidentes). Se trata de una zona gris, que no termina siendo ni una cosa ni la otra: ni democracia, ni autoritarismo. Respecto a su estudio, Argentina ha hecho un valioso aporte a través del reconocido politólogo Guillermo O’Donnell (1936-2011), quien fue uno de los precursores en el análisis de este tipo de regímenes al observar los procesos de transición hacia la Democracia en América Latina.

Las naciones latinoamericanas en general y Argentina en particular poseen muchas de las características que hacen a los regímenes híbridos, como la falta de correlación entre los intereses de los ciudadanos y el proceso de toma de decisiones políticas, el cumplimiento irregular de derechos y libertades políticas, la ausencia de mecanismos eficientes de accountability (rendición de cuentas), o el bajo nivel de confianza de los ciudadanos en las instituciones democráticas.

Sin embargo, los elementos autoritarios tradicionales (intervención de la prensa crítica, persecución y violencia contra opositores, usurpación permanente del aparato del Estado) no existen en Argentina. Lo que sí existe es un aparato clientelar y neopatrimonialista consolidado, con el cual se manejan los recursos públicos de forma discrecional, y que también termina por dar forma al régimen hibrido de nuestro país. Son mecanismos que tienen su raíz en el siglo XIX y que la política argentina nunca logró, ni tampoco se propuso, erradicar.

De cierta forma el Frente de Todos sintetiza el régimen hibrido que caracteriza a nuestro país. En su primera disposición (desde la conformación de la coalición hasta la derrota en las PASO), la naturaleza hibrida (es decir, no democrática) estaba dada fundamentalmente por el contenido populista y movilizacionista, que rechaza la alternancia en el poder y el dialogo, y por lo tanto el reconocimiento, con otros interlocutores válidos, representantes del cuerpo social.

El dirigente social Emilio Pérsico puso de manifiesto esta postura la semana pasada en un acto realizado en la cancha de Chicago, en el que participó el presidente Alberto Fernández, al hablar de un gobierno de 20 años y afirmar que la alternancia no funciona. Los antecedentes de esta peligrosa fantasía pueden identificarse en el proyecto “Cristina eterna”, que se mantuvo con vida entre 2011 y 2013 (cuando el triunfo de Massa en las legislativas bonaerenses sepultó las chances de reformar la Carta Magna).

Con la pandemia sí aparecieron algunos elementos del autoritarismo más puro. En todo el mundo hubo una fuerte pulsión estatista e intervencionista, que el Frente de Todos transformó en fuerte dirigismo, reglamentarismo obsesivo y un aumento de la discrecionalidad (a veces maquillado con justificaciones pseudocientíficas, que se abandonaron luego de la derrota en las PASO).

En este tercer momento post PASO (entendiendo que no se trata de fases superadoras, sino que se van superponiendo una sobre otra) aparecen con mayor vigor los líderes locales (provinciales y municipales): una intervención del peronismo territorial, que por sus características hace un uso intensivo de los mecanismos clientelares y neopatrimonialistas (vale la pena destacar que se trata de una utilización más intensa, lo cual no quiere decir que otros dirigentes no los utilizaran).

Simbólicamente este tándem gobernador norteño (Juan Manzur) e intendente de Lomas de Zamora (Martín Insaurralde) remite a la fórmula Menem–Duhalde, con las obvias diferencias que existen entre las personas. De todas formas, es relevante la comparación porque da cuenta de la necesidad de recurrir a esquemas y prácticas tradicionales del peronismo, tanto para la competencia electoral como para la gestión.

La elección del nuevo jefe de Gabinete, Juan Manzur, apuntó a dar equilibrio entre "albertistas" y "cristinistas". (Foto: NA).

Lo que hay entonces es un incremento en el peso relativo de factores de poder que en el anterior equilibrio entre “Albertistas” y “Cristinistas” habían sido relegados, pero que en virtud de la derrota electoral readquieren importancia. Sin embargo, este es un proceso de transición. En este sentido, el componente híbrido del Frente de Todos es doble, no solo da cuenta de su funcionamiento político, sino también de su composición.

Frente de Todos

Se trata de una configuración muy heterogénea que combina al peronismo tradicional (gobernadores e intendentes, también sindicatos), sectores moderados con una identidad desdibujada y muy debilitados (el presidente Fernández y su núcleo cercano) y el kirchnerismo duro.

Por eso, la pregunta fundamental ahora es qué prevalecerá después. ¿Hay posibilidades de que termine por imponerse por completo el peronismo tradicional o el cristinismo duro volverá a relegarlo a un lugar de menor relevancia? Por el momento la elección de noviembre sirve como elemento aglutinador.

Sin embargo, el balance de poder es endeble y la configuración actual, con actores contradictorios e incluso hostiles entre sí, difícilmente sea sustentable para garantizar la estabilidad y la gobernabilidad hasta 2023.

 

Fuente: https://tn.com.ar/politica/2021/10/16/el-frente-de-todos-como-sintesis-del-regimen-hibrido-argentino-ni-democracia-ni-autoritarismo/

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