Caras nuevas para unos mecanismos obsoletos



Tras la negativa de las cámaras empresariales, la Secretaría de Comercio Interior que conduce Roberto Feletti decidió avanzar con la fijación de los precios de manera unilateral. La resolución que salió publicada ayer en el Boletín Oficial informa el congelamiento de 1432 productos hasta el 7 de enero de 2022, con precios retroactivos al 1 de octubre. La experiencia nacional e internacional demuestra que los programas de congelamiento (ya sean voluntarios o coercitivos) implementados en soledad no son útiles para contener la inflación: es apenas una gota de agua en un régimen de alta inflación como el que actualmente sufre la Argentina. De hecho, el programa de Precios Cuidados está a punto de cumplir ocho años y, a pesar de que transitó por distintos gobiernos, la tendencia muestra que la inflación no hizo más que acelerarse (hasta el 50% interanual de este año). En el mejor de los casos se transformó apenas en un programa con productos "de oferta" que el consumidor de los grandes centros urbanos aprovecha, si es que logra encontrarlos.

No obstante, el problema no son los acuerdos de precios per se, sino la creencia de que su implementación de forma aislada puede resultar útil para resolver problemas inflacionarios. Bajo determinadas condiciones, si estos instrumentos se aplican por un tiempo claramente definido, con un programa económico más amplió en simultáneo y lo hace un gobierno de mucho poder político, los efectos positivos de corto plazo pueden ser posibles. En definitiva, congelar precios por 90 días no suena tan disparatado, pero se requeriría de mucha credibilidad para proponer un panorama preciso o en todo caso plantear una amenaza verosímil. Por lo tanto, lo que se necesita es poder político, algo de lo que el gobierno en general y Roberto Feletti en particular carecen. La falta de credibilidad y la incredulidad frente a las amenazas quedó de manifiesto con el rechazo de las cámaras empresariales a suscribir el acuerdo. El kirchnerismo volvió a desempolvar la ley de abastecimiento, sobre la que se escuchó hablar esta semana, pero de nuevo probablemente se trate de mucho ruido y pocas nueces. En el pasado apenas sirvió para que Guillermo Moreno aplique algunas multas (que luego la Justicia dejó sin efecto) y no mucho más. El revival de viejas intimidaciones parece no hacer mella en el empresariado.

Por otra parte, el problema que tiene Roberto Feletti al convertirse en el paladín prácticamente exclusivo de estas políticas coercitivas es que si Argentina, en el marco de un acuerdo con el FMI, adopta un plan macroeconómico serio y consistente, deberá cambiar de ideas o, caso contrario, marcharse. Si la función del actual secretario de Comercio es controlar precios con programas voluntaristas y arbitrarios, su rol debería finalizar cuando haya un plan económico. Mientras tanto, presenta este congelamiento forzoso como si contara con el total apoyo de un gobierno con fuerte poder político, cuando en realidad es todo lo contrario: se ha convertido en el llanero solitario de una administración sin eje, dividida y muy debilitada, que sufrió recientemente una dura derrota electoral y, si las tendencias hasta ahora vigentes no se modifican, recibirá otro duro golpe en apenas tres semanas. Por eso, incluso en el plazo establecido de 90 días, lo más probable es que el nuevo programa de Feletti esté destinado al fracaso.

Aunque tal vez el secretario de Comercio no sea consciente de los limitantes políticos que dificultan su tarea y obstaculizan los objetivos que se está planteando, probablemente sí crea genuinamente en la efectividad de las medidas como la que ahora está adoptando (al igual que lo hace el sector más duro del kirchnerismo). ¿Sin embargo, el resto del gabinete económico también cree que estas medidas son útiles para luchar contra la inflación? Matías Kulfas, a pesar de ser en los papeles el jefe de Feletti, prefirió adoptar un rol secundario durante la negociación con los empresarios y en el anuncio del programa unilateral, aunque aclaró que considera que son medidas para la "emergencia". Por su parte, Martín Guzmán ni siquiera se reunió con el secretario de Comercio, es cierto que tuvo una agenda ajetreada en los Estados Unidos, donde estuvo siguió negociando el acuerdo con el FMI (¿El cual incluirá las pautas de un plan económico consistente?). Mientras tanto, Sergio Massa insiste en los medios, a total contramano de la decisión tomada por Feletti, que después de las elecciones, el Gobierno convocará a un dialogo amplio con la oposición, los trabajadores y los empresarios. ¿Es esta la manera de empezar a construir confianza? En todo caso Massa parece integrar otro Gobierno. Las contradicciones constantes en el Frente de Todos a menudo suelen dejar esta sensación.

Lo que preocupa, no obstante, es que las voces más radicalizadas son las que se siguen oyendo con más fuerza. El hecho de que Feletti haya reivindicado la gestión de Gelbard al frente del ministerio de Economía (1973-1974) y su programa de "inflación cero" pone de manifiesto que tiene una lectura muy sesgada de la historia económica argentina, debido a que aquella experiencia terminó de manera traumática. De hecho, en aquel momento Gelbard tenía un plan algo más consistente y la economía, que ya venía creciendo en los años anteriores, se expandió aún más. Así y todo, no fue suficiente, y tras la muerte de Perón se precipitó la crisis que derivó en el Rodrigazo: queda claro que el poder político es un factor fundamental en programas de estas características. ¿Por qué esta vez tendría un mejor final si el punto de partida en términos macroeconómicos es incluso más complejo que en los años 70'? Por el momento, ni Feletti ni nadie en el Gobierno es capaz de ofrecer una explicación.

Fuente: https://www.cronista.com/columnistas/caras-nuevas-para-unos-mecanismos-obsoletos/