Tal vez Alberto Fernández habló del poeta uruguayo Mario Benedetti en el Coloquio de IDEA como una hiperbólica manera de pedir una tregua a los mercados, que respondieron con un aumento en la cotización del contado con liquidación (operación que permite de forma legal convertir pesos en dólares y depositarlos en el exterior sin afectar las ínfimas reservas que le quedan al Banco Central). Persistir en el error, sobre todo en materia económica, a pesar de que toda la evidencia disponible sugiere cambiar el rumbo, se convirtió en la característica más nítida y perdurable del kirchnerismo. Esta experiencia del FdT no parece ser la excepción. Así como la combinación de cepo y estanflación fue la principal contribución de Cristina al triunfo de Macri (junto con la negligencia respecto de la seguridad y el acoso y la humillación constantes a que fue sometido Scioli, su ineludible candidato a la sucesión), la inentendible renuencia de este gobierno a implementar un plan de estabilización coherente, integral y respaldado por un equipo económico solvente y experimentado podría convertirse, junto con el visible fracaso en materia sanitaria y el notable aumento de la criminalidad, en la mejor estrategia electoral que podría elaborar la oposición. El propio Presidente, en su destructivo afán por abarcar múltiples cuestiones de la agenda pública e involucrarse en debates innecesarios, al tiempo que se manifiesta incapaz de solucionar cuestiones básicas y de contradecir supuestos principios ideológicos de los segmentos más radicalizados de su coalición, parece también empeñado en mejorar las condiciones para que las fuerzas contrarias incrementen el año próximo su presencia en el Congreso y hasta puedan soñar con una nueva alternancia en el poder. Los persistentes banderazos (que incomodan mucho al Gobierno, como quedó demostrado por las insólitas expresiones del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero) representan una evidencia del descontento que un segmento muy amplio de la sociedad expresa hacia la gestión de Alberto Fernández a menos de un año de su asunción. Negarles legitimidad a esos reclamos y no comprender ni empatizar con ese creciente malestar de los castigados sectores medios aislará aún más a un plantel gobernante que no logra alinear sus prioridades con las de la sociedad. La inflación constituye la principal preocupación de la ciudadanía, según el último monitor de humor social que elaboro junto con D'Alessio-IROL. Fernández no solo ignora esta demanda elemental de manera temeraria, sino que en el presupuesto que envió al Congreso estipula que el año próximo el financiamiento del enorme déficit fiscal recaerá también sobre la emisión monetaria. Con una tasa de interés claramente negativa en términos reales. ¿de qué opción dispone el ciudadano medio si no de proteger su menguante ingreso comprando dólares al precio que sea? La experiencia en este sentido es tan extensa como frustrante. El riesgo latente consiste en que, impedida de adquirir divisas, la demanda de bienes se espiralice como estrategia sustituta de reserva de valor, lo que llevaría a una aceleración inflacionaria. Por eso, en vez de enojarse con (o peor aún, negar) la realidad, los funcionarios deberían comprender la lógica de los reclamos e identificar la mejor manera de solucionarlos. Si es cierto que no entienden de qué se trata ese intangible denominado desconfianza, he aquí uno de sus motivos incuestionables. Esto constituye un desafío también para la oposición, particularmente en el interior de JxC. ¿Cómo capitalizar ese creciente descontento sin agudizar las divergencias entre las alas más duras, que no solo alientan las manifestaciones, sino que hasta participan activamente de ellas, y los sectores más dialoguistas, que prefieren mantenerse al margen? Todos deben jugar un rol: la potencial pérdida del voto moderado del oficialismo constituye un activo clave para incrementar las chances de ganar la elección el año próximo y, fundamentalmente, en 2023. Pero el crecimiento de los distintos grupos de centroderecha, que, como ocurrió en la década de 1980, ganan momentum gracias al fracaso del estatismo hiperintervencionista, constituye una amenaza inquietante. La teoría de la sábana corta representa un desafío no menor para la principal fuerza opositora. Este dilema permite comprender los recientes reposicionamientos de los socios fundadores de Cambiemos. Lilita Carrió retomó su postura combativa para afirmar que fue una decisión política no avanzar con las causas de corrupción que involucran a CFK con el objetivo de mantenerla viva y polarizar contra ella, suponiendo que eso traería beneficios electorales, cosa que no ocurrió. ¿Devaluación mata corrupción? Ernesto Sanz recupera paulatinamente su lugar en el debate público y partidario y reivindica el papel de la negociación y el diálogo, en especial ante las críticas que Macri disparó contra los funcionarios de su equipo que garantizaron acuerdos necesarios y mantuvieron vínculos con el peronismo, dada la correlación de fuerzas imperante. Su irrupción provocó la reacción de Alberto Fernández y lo vuelve a colocar, con muy poco, en el centro de la escena. ¿Para competir en el plano electoral? Sabe mejor que nadie que los expresidentes no son buenos candidatos al Poder Legislativo, como sufrió en carne propia Néstor Kirchner en 2009 y hasta Cristina en 2017. Pero su participación en política puede contribuir a fortalecer al ala dura de JxC, junto con la figura en alza de Patricia Bullrich, el siempre filoso Miguel Pichetto y el provocador Alfredo Cornejo (alabado por Macri, a pesar de los frecuentes choques que tuvieron cuando eran presidente y gobernador de Mendoza, respectivamente). Si la coalición opositora permanece unida a pesar de las tensiones y pases de factura, puede constituir una plataforma formidable para competir electoralmente el año próximo y aspirar a una alternancia en 2023. Por eso Vidal y Rodríguez Larreta se mueven con tanta prudencia y paciencia estratégica. "No importa que lo insulten por moderado, sino que a fin de cuentas, lo voten", dicen en su entorno sobre el jefe del gobierno de la ciudad. El equilibrio de poder podría modificarse significativamente si la oposición evitara la fragmentación, consolidara su funcionamiento interno como una fuerza plural y diversa en términos ideológicos y programáticos, elaborara una autocrítica real y convincente en materia económica y canalizara el mencionado malestar social. Si ese es el caso, acotado el riesgo del "vamos por todo" y obligado a inventar otro "Scioli" o, mejor, otro "Alberto" para seducir nuevamente al electorado moderado, el FdT podría sin querer lograr lo que tanto anhela y no consigue: aquietar los miedos del mercado y conseguir una entrada de dólares más intensa. Ocurrió entre el 2013 y el 2015, mucho antes de que Cambiemos se convirtiera en una alternativa electoral. Paradojas de esta Argentina en rumbo de colisión: renuente a implementar un programa económico a la medida de esta compleja crisis y luchando para evitar una eventual corrección de mercado, el desgaste del Gobierno podría debilitarlo en términos electorales y promover un entorno muy competitivo de cara a 2023. Los activos se recuperaron muchísimo luego de la derrota kirchnerista de 2013. Los dólares podrían reaparecer si el Gobierno perdiera capacidad de daño en materia regulatoria y patrimonial. Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/podra-oposicion-capitalizar-desgaste-del-gobierno-nid2480408