¿Qué chances reales existen de que en las elecciones de octubre se revierta el resultado de las PASO? ¿Puede Macri hacer el milagro e imponerse otra vez al destino, al descreimiento de sus pares y a la desconfianza del "círculo rojo"? Pocos pensaban que en 2007, incapaz de reducir una alta imagen negativa, pudiera imponerse en la elecciones a jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Lo logró gracias, entre otras cosas, a la inestimable colaboración de Alberto Fernández, que auspició la candidatura de Daniel Filmus en contra de Jorge Telerman. Esa interna del universo progresista le permitió ganar en segunda vuelta. Algo similar ocurrió en 2015, cuando también logró salirse con la suya, victorioso en un ballottage, en este caso gracias a la falta de coordinación entre Daniel Scioli y Sergio Massa. En esa oportunidad, Alberto Fernández había acompañado al líder del Frente Renovador, que muchos pretendían integrar en una gran coalición anti-K (hipótesis descartada luego de la convención radical de Gualeguaychú). ¿Podrá el tándem Macri-Peña hacerlo de nuevo? Cada vez más empresarios se resignan a lo que juzgan prácticamente inevitable y buscan reacomodar sus estrategias de negocios a un nuevo entorno que seguirá, por bastante tiempo, caracterizado por umbrales de notable incertidumbre. Sorprendió la frase de Pepe Mujica recomendando un Mandrake para gobernar la Argentina. Tal vez convendría probar con políticos como los uruguayos, capaces de establecer acuerdos, respetar las instituciones y solucionar los problemas serios, como la crisis de la deuda de 2002, de forma amigable y respetuosa con los acreedores. La resignación avanza incluso en despachos oficiales. A Marcos Peña cada vez le cuesta más convencer a sus propios funcionarios de que la suerte no está echada. El jefe de Gabinete sigue convencido de que no todo está perdido. La matemática electoral le brinda argumentos para mantener vigente esa conmovedora cuota de esperanza. Si votase bastante más gente en octubre, sobre todo ciudadanos mayores de 70 años que no están obligados a concurrir a las urnas y residentes en el exterior que no estaban habilitados para las primarias, la fórmula Macri-Pichetto se acercaría tal vez al umbral del 35%. Algunos integrantes de los sectores medios decepcionados y enojados con el oficialismo podrían cambiar de opinión dada la creciente radicalización de algunos movimientos sociales y de algunas definiciones conceptuales que Cristina incluye en sus abarcadores monólogos con los que corona la presentación de su exitoso libro. Por ejemplo, la noción de nuevo orden económico, que muchos asociaron automáticamente al remanido proyecto hasta ahora frustrado de reformar la Constitución y definir de manera más laxa los derechos de propiedad. Esto fue rechazado por el propio Alberto Fernández en un reportaje realizado por Joaquín Morales Solá el pasado lunes en TN. "A los amigos del kirchnerismo, al que pertenecí en su etapa inicial, siempre les digo que recuperamos el país junto a Néstor Kirchner con esta misma Constitución", afirmó con la doble intención de diferenciarse del universo K (al que abandonó luego del conflicto con el campo) y de ratificar sus credenciales moderadas. El candidato del Frente de Todos no gana para sustos: cuando lograba sosegar la incontinencia verbal de referentes mediáticos del campo cultural como Mempo Giardinelli o Dady Brieva, son su propia candidata a vicepresidenta o el influyente Juan Grabois los que obstaculizan su camino. ¿Alcanzarán estos estímulos para despertar el miedo de los sectores medios, tan castigados por las políticas económicas de Cambiemos? Hasta ahora, los intentos por parte del Gobierno de asustar a su potencial electorado y aumentar la grieta solo profundizaron la corrida cambiaria. Tal vez la oposición pueda ser, en este aspecto, mucho más eficiente. Pichetto se quejó de los errores en la fiscalización en los que pudo haber incurrido la coalición oficialista. Hay creciente evidencia de que eso pudo haber sido un factor no menor. Lo que era percibido como una elección bastante irrelevante (dentro del propio gobierno se discutió unos meses antes su anulación) condicionó la dinámica de asignación de recursos para la organización y el financiamiento de una campaña que, en su planificación ideal, iba a alcanzar su eventual clímax recién para estos días. ¿Para qué gastar pólvora en chimangos? Todo lo contrario ocurrió en el Frente de Todos: concentró enormes esfuerzos y movilizó su poderoso (y dividido) aparato para demostrar (y demostrase a sí mismo) su potencial. La fragmentación y la diversidad de sectores que caracteriza a la coalición más votada en las PASO explican, curiosamente, su éxito electoral. Las primarias facilitan el recuento globular del poder territorial de los verdaderos pilares trascendentales del peronismo, que son sus líderes (o punteros) locales. Como analizó Steve Levitsky: aquí yace el verdadero secreto del resiliente, casi imperecedero, poder del aparato del Partido Justicialista, sobre todo en los empobrecidos grandes centros urbanos. Casi nada importa la organización a nivel formal. La sede de la calle Matheu es la expresión más clara de una fuerza sin ideología, cuadros, programa ni vida interna. Sin embargo, los factores de poder locales, que utilizan su influencia electoral para maximizar su capacidad de obtener, controlar y asignar recursos públicos de diversa índole (incluyendo los programas sociales), necesitan mostrar en cada elección la importancia de los mecanismos clientelares en los que fundamentan sus liderazgos y que necesitan reproducir. En el contexto de una coalición todavía embrionaria y con lógicas dudas respecto de su potencial funcionamiento (en especial en términos de captación de recursos), sobre todo en provincias como Buenos Aires o Santa Fe, donde el peronismo se apresta a regresar al poder luego de sobrevivir en la oposición (en el último caso, por 12 años), consolidar estos liderazgos a nivel nuclear era prioritario: mostrar quién es quién, blanquear pesos relativos, posicionarse en función de una nueva y dinámica realidad donde se va a barajar y dar de nuevo. Las PASO fueron para ellos una instancia definitiva. Así como los líderes piqueteros deben ahora mostrar capacidad de movilización y control de la calle para incrementar su influencia de cara al supuesto nuevo gobierno de Alberto Fernández, los punteros territoriales necesitaron las primarias para reafirmar su estatus y prepararse para futuras pugnas por recursos, cargos y otros atributos y espacios de poder. "Ellos vinieron a jugar un amistoso de verano; nosotros nos preparamos para la final de un Mundial", sintetizó un veterano dirigente de la tercera sección electoral. Algunos dirigentes de Juntos por el Cambio siguen con dificultades para comprender la inesperada derrota de las PASO. "Cuesta recuperarse: retomar la campaña parece una pesadilla, perdimos confianza y esa mística tan especial que supimos construir", confesaba un joven Pro que defendió durante años la metodología de los timbreos. "Es como si hubiésemos sido derrotados sin siquiera competir". Las realidades políticas son casi siempre muy distintas de como las imaginaron algunos de sus principales protagonistas. El Brexit o la construcción del muro entre México y Estados Unidos (financiado con la reasignación de partidas destinadas a las FF.AA.) son solo dos ejemplos. Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/lore-con-verit-ip-ercipmacri-y-el-desafio-de-torcer-una-vez-mas-un-destino-adverso-nid2287278